martes, 29 de enero de 2013

Revolución cactácea (O sobre el arte y el compromiso)
























Los grandes cambios que tuvieron lugar en el mundo comenzaron siempre con las palabras. Un hombre dijo en voz alta que tenía un sueño y la historia empezó a cambiar. La violencia y la opresión pueden silenciar las voces, pero la llama queda encendida y el eco de las palabras resuena en la mente y en los corazones de quienes las escucharon.

Los grandes dictadores han recurrido siempre a la censura: han prohibido sobre todo que se leyeran determinados libros o han tratado incluso de quemarlos. Porque las palabras son semillas que crecen pacientemente cuando encuentran terreno fértil. Y cuando el árbol vigoroso del conocimiento rompe desde dentro los vidrios sucios de nuestros prejuicios, la luz ya no podrá quitarse nunca. Caída la oscura venda de la ignorancia, el mundo es un lugar mucho más amplio y luminoso.

Dicho esto a modo de breve introducción, ¿a alguien le quedan dudas del poder que tiene un artista en sus manos, en su voz?

Elegir el arte es asumir un compromiso que puede adquirir diferentes tonalidades. Me gusta más hablar de tonos que de niveles, ya que así evitamos darle más importancia a uno por encima del otro. Los caminos del arte son simplemente diferentes, no uno objetivamente mejor que el otro.

¿Cuáles son, entonces, estos diferentes tonos del compromiso?


1. El compromiso con algo más grande

“No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder.”
Fragmento de la 4ta Declaración del EZLN
(Ejército Zapatista de Liberación Nacional)

Muchos artistas han tomado determinadas posturas y las han defendido y difundido mediante su obra. Muchos han sufrido el exilio y hasta la muerte por sus ideologías y por no dar el brazo a torcer ante la bravuconería del poder de turno.

Hay gente llamada a escribir sus líneas en una historia más grande que su propia vida. Con frecuencia, el fuego que arde en su interior encontrará en el arte el combustible que le permitirá compartir por largo tiempo su luz con el mundo. Pueden ser las llamas violentas de las revoluciones latinoamericanas o la claridad de un Dickens iluminando con su prosa la negrura de un tiempo que no debería repetirse, pero que sigue existiendo, allá lejos o quizás acá cerca, siempre allí donde la globalización no está interesada en llevar cámaras y pantallas. 

Nosotros, que deseamos andar por los sinuosos senderos de la creación artística, podemos hoy sentir ese llamado o no sentirlo. Podemos estar de acuerdo en que en el arte encuentren su espacio también la política, la sociología, el derecho, o podemos preferir algo mucho más aséptico. 

Lo cierto es que el arte, como el ser humano que lo crea, es amplio. Y, por ello, también en los caminos del arte hay lugar para todos.


2. El compromiso con un conjunto de valores o una forma de ver la vida

“¿Cuándo fue la última vez que escribiste una historia (…) de pura indignación?(...) ¿Qué es lo que deseas, más que nada en el mundo? ¿Qué amas? ¿O qué odias?”
Ray Bradbury, La alegría de escribir

Y por mucho que busquemos esa neutralidad que mencionábamos antes, la mayor parte de las veces será casi imposible. Porque antes de ser escritores y desde que nacimos hemos sido –y seguimos siendo– seres humanos tratando de mantenerse a flote en un mar de pasiones, amores, odios, deseos, desprecios, recuerdos, sensaciones.

Nuestros personajes, nuestras historias, los lugares donde las ambientemos, tendrán siempre al menos una pizca de nosotros, de nuestras memorias, de la gente que hemos conocido y que nos ha marcado, de todo lo que llevamos en la mochila de nuestra experiencia.

En alguna ocasión al menos, bajaremos hasta el teclado con la rabia encendiendo cada uno de nuestros nervios y escribiremos una historia sobre cómo sería el mundo si pudiéramos hacer desaparecer eso que odiamos. Quizás hasta en una tierra de hadas, elfos y dragones dejaremos traslucir algunas de las cuestiones que atormentan la normalidad de nuestros días.

E inevitablemente nuestros personajes verán un poco a través de nuestros ojos. Alguno habrá con nuestros mismos gustos, quizás algún villano construiremos sobre esa parte que no nos gusta tanto de nosotros mismos. Y aunque tratemos de esconderlo todo bajo gruesas pinceladas de los colores de la ficción, algo de transparencia quedará.

Siempre lo digo y no será diferente en esta ocasión: elegir el arte es elegir ventilar el alma al aire. Nos pasará alguna vez encontrarnos con gente que nos tire barro o piedras y hay que estar preparado para ello. Quizás no habrá riesgo de que tengamos que defender nuestra postura con la vida, pero hay heridas que duelen aunque no se vean. Son los riesgos de asumir un compromiso. 

Elegir conscientemente qué parte queremos mostrar puede ser válido para algunos, puede ser su manera de contribuir con el mundo. Para otros puede sonar artificial. Cada uno sabe cuáles son los zapatos con los que le gusta andar.


3. El compromiso con la calidad

“La literatura jamás deber ser “comprometida”. Simplemente debe ser buena literatura. La mía sólo está comprometida conmigo mismo. Que no me gusta que exista la pobreza es un problema aparte.”
Juan Carlos Onetti

Y llegamos al último tono, el que no puede faltar nunca aunque rechacemos los otros dos: hacer nuestro mejor esfuerzo en pos de ofrecer un trabajo de calidad. 

Leer mucho, tratar de aprender más, seguir creciendo con cada línea, con cada palabra que usamos para apuntalar nuestras historias.

No hay tanto más que agregar aquí a lo que ya dijo el escritor uruguayo: siempre tenemos que apuntar a crear buen arte. Esto es lo fundamental.

--------------------------


Como ven, podemos elegir cualquiera de estos tonos de compromiso, podemos combinarlos, mezclarlos, ir probando hasta encontrar el color con el que nos identifiquemos. Pero algún compromiso habremos de asumir. Porque no hay amor sin compromiso y no hay verdadero arte sin amor, sin el fuego de la pasión que eleva el alma hasta ese vórtice creativo donde la magia ocurre y nos sentimos meros instrumentos de una energía que no podemos comprender pero sí percibir fluyendo a través de nosotros. Una energía que nos hace sentir, al menos por un instante, parte de un todo, una pizca de un universo gigante y hermoso. 

Mientras ustedes se quedan reflexionando sobre eso, yo voy a seguir arengando a los cactus y pronto conquistaremos el mundo (>_<)/

(Ò_o)-F
(el emoticon forajido también hace ondear la bandera del yermo XD)


PD: El viernes tuve el placer de acompañar al forajido Nabetse a la inauguración de una exposición de la que está participando, en compañía de otros cuatro ilustradores paraguayos, en el marco de una exposición más grande de ilustradores de toda Iberoamérica que interpretan la constitución española de 1812, por sus doscientos años. Como un interesante ejercicio y aprovechando los veinte años que cumplió en el 2012 la Constitución Nacional, a los ilustradores paraguayos se les pidió interpretar algún artículo de dicho cuerpo legal. Me emocionó ver que tres de las cinco obras enfocaban desde diferentes ángulos la compleja y dolorosa situación de los pueblos indígenas en nuestro país. Para que se hagan una idea, les dejo la ilustración del forajido Nabetse, que corresponde al artículo 66 de la Constitución.




PD2: La exposición está en el Centro Cultural de España Juan de Salazar hasta el 27 de febrero y les recomiendo ir. Hay mucho para ver y no dudo de que eso les dejará mucho para pensar. Y quizás hasta algunas ideas que puedan aprovechar para su propio arte :D

No hay comentarios:

Publicar un comentario