martes, 8 de enero de 2013

Érase una vez en el yermo (Los años mozos de la forajida escritora)




Hoy fueron los comentarios que un joven lector de este yermo-blog me envió al mail los que me hicieron desviar la ruta de la nueva serie de artículos que tenía en los planes y volver la mirada hacia cuando recién empezaba a tratar de construir mundos con palabras.

Recordar lo que sentía en aquella época, las dificultades y las alegrías de esos días, y mirarlo todo a través de la experiencia que me fueron dejando los años me resultó agradable y decidí que quizás sería útil compartirlo, por si hay alguien ahí afuera que nos lee y tiene tal vez trece, catorce o quince años, tal como yo tenía entonces.  

Como resultado de estas reflexiones terminamos muy divertidos con el forajido Nabetse contemplado el dibujo que resultó de ponerme a revolver los recuerdos: una niña de abundante cabello algo esponjado, que adoraba vestir jardineras, tecleando con dificultad ante una computadora que hoy es el paradigma de lo retro. Eran los primeros pasos de esta forajida. Eran los viejos buenos tiempos.

Subamos pues a la carreta y demos una vuelta por el pasado.


1. De cuando la civilización llegó al yermo

Habré tenido unos doce años cuando mi papá me regaló mi primera computadora “para que pudiera hacer con más facilidad mis trabajos del colegio”. Así como nadie olvida su primer auto, el recuerdo de aquella máquina está todavía fresco en mi memoria. Era una IBM Aptiva, lo máximo allá por los noventa y tantos. O al menos eso me dijeron O_o

De verdad puedo afirmar que así fue. Eran aquellos mágicos tiempos en que la computadora me servía para ir dejando lo que yo tenía adentro y no era una puerta casi imposible de cerrar a través de la cual me lleva por delante una avalancha de información. Agradezco que internet me atropelló ya de grande y no cuando estaba creciendo. Fue fundamental haber tenido tiempo de silencio, sin ese exceso de estímulos que soportamos ahora. 

Precisamente porque mi compu estaba como muy vacía, me compré con mis ahorros un software que venía en cuatro disquetes y con orgullo hice la primera instalación de mi vida: Creative Writer, un programa orientado al público infantil, algo así como un Word colorinche y con algunas funcionalidades divertidas. No me pregunten qué pensé o cómo fue para empezar a escribir allí mi primera historia. Generalmente uno no se da cuenta de que está ante momentos que después reconocerá como decisivos en su vida y hace las cosas como quien desayuna o se da una ducha, como si fuera lo más normal del mundo.

Todo lo que hoy me queda de esa época es el recuerdo de que fue así –en una computadora noventosa y con un software de extraños gráficos y ruidosas interacciones– como uní mis primeras frases, aún por completo inconsciente de estar dando los pasos iniciales en la que después reconocería como mi vocación de contar historias.


2. “Jardineras” y otras tendencias

Es inevitable terminar riendo a carcajadas (un poco para disimular la vergüenza) cuando uno mira las fotos viejas y el vestuario de moda en esos días. Bueno, con los escritos pasa lo mismo. “Hahahaha *risa nerviosa* ¿En qué estaba pensando cuando escribí esto?”, es la frase más común cuando leemos nuestros textos viejos, mientras sentimos que el calor se nos sube a las mejillas y nos preguntamos dónde están los fósforos y el querosén.

Después de un tiempo es increíble ver cuánto vamos cambiando, la mayoría de las veces sin darnos cuenta. Y los escritos, además de ser nuestros primeros intentos y prácticas, van quedando como registro de nuestros pasos por el camino del tiempo. 

Por eso hoy pienso que no corresponde juzgarse con tanta severidad en la juventud ni angustiarse por sentir que uno no es lo suficientemente bueno. Hay que dejar que los años hagan su trabajo de pulido, que vayan revelando las virtudes que serán nuestros caballos de batalla y los defectos con los cuales tendremos que lidiar vaya uno a saber hasta cuándo. Se debe ser paciente con uno mismo. Alcanzar ese delicado equilibrio entre la paciencia y la auto-exigencia puede considerarse una de las piedras angulares del éxito en cualquier ámbito.

Pero también hay que empezar de a poco a salir del encierro. Ser valiente, mostrar, compartir, concursar, animarse. Pero sin ser demasiado rudo con uno mismo ni permitir que los otros lo sean. Es el tiempo de recibir con el corazón abierto las palabras de aliento de quienes valoran nuestros escritos y nuestro esfuerzo, de empezar a escuchar con serenidad las críticas bien intencionadas y revisar los puntos que nuestros coetáneos o los adultos nos señalan como positivos para fortalecernos en ellos. Porque es así como iremos sentando de a poco los cimientos de nuestro oficio de escritores.

Lo mejor que recuerdo de esta época es el placer de escribir sin preocupaciones, sin estresarme por las repeticiones de palabras, por encontrar construcciones adecuadas ni por armar estructuras complicadas. En ese entonces todo era escribir las aventuras que me habría gustado vivir (no se hacen idea de lo aburridas que eran u___u).  Era el tiempo de andar corriendo por ahí, sin preocuparme de si se desprendía una de las tiras de mi “jardinera” y quedaba colgando así. Ya iba a llegar el día en el que querría empezar a complicarme la vida. 


3. El clima del yermo hasta hoy me esponja el cabello

¿Qué me gustaría decirle a esa niña de cabello esponjado que teclea con cierta dificultad ante esa computadora que hoy se ve tan vintage?, fue lo que me pregunté al terminar la travesía por mi propio yermo de recuerdos.

Pensé que algo lindo sería decirle que las cosas se van a poner más fáciles más adelante, pero eso –por el momento– sería mentirle. Las cosas no se ponen más fáciles, al contrario, se complican. ¿Pensabas que el colegio era un problema? ¿Los exámenes? Esperá que te toque conocer a tu jefa dentro de unos cuántos años más y descubras lo que significan palabras como proyectos, lanzamientos, desarrollos. Esperá ir profundizando en lo que significa la palabra responsabilidad.

¿Te aburrís a veces? ¿Sentís que no sabés qué hacer con tu tiempo? Ya vendrán los días en que añorarás esas horas vacías de acostarte en la cama a mirar el techo imaginando mundos y personajes. ¿No tenés sueño? ¿No podés dormir? Llegará el tiempo en que serás capaz de cambiar un reino por poder dormir una siesta.

¿Se ve negro el panorama? No tanto, en realidad. Dejame darte ahora una buena noticia: las cosas no se ponen más fáciles pero uno se va volviendo más experto. Como en los videojuegos que ya jugás y seguirás jugando. ¿Dónde se ha visto que a medida que uno avanza las etapas se vuelvan más sencillas? No es lógico, claro, te das cuenta. Lo lógico es que uno se va sintiendo más cómodo con los controles, va ganando experiencia, desbloqueando habilidades, acumulando los items que necesitará a lo largo de su camino. Bueno, la vida es así mismo. No te preocupes: tendrás todo lo que te haga falta para seguir avanzando. Y lo que no tengas, saldrás a buscarlo.

Ah, y tu cabello seguirá abundante y esponjado. Pero cuando cumplas quince vas a conocer a una peluquera capaz de hacer magia con las tijeras. Y sobre todo aprenderás que lo importante es estar cómoda y no perder tiempo en cosas que para vos son superficiales. Es tu tiempo, vos decidís en qué invertirlo. De la opinión de la gente tomarás solo lo que te sirva y te lleve para adelante. El resto es humo y no vas a dejar que te nuble el camino.

Es tu vida, son tus ganas de contar historias. Eso es lo que te hace feliz y tenés todo el derecho a perseguirlo. 


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Después de pensar en estas cosas, me pregunto qué me dirá esa “yo” de cuarenta años que me aguarda –eso espero– en algún lugar del futuro. Ojalá me observe con ternura y le parezca gracioso recordar las luchas de estos años por seguir adelante y no dormirme en el intento. Ojalá ella ya guarde con orgullo en la repisa el libro que nos hizo conocidas, mientras revisa el guión de la película que le enviaron para aprobar XD

Este es el gran consejo a fin de cuentas, el único que vale para niños, jóvenes, viejos, todos: hay que atreverse a soñar, a soñar en grande.

Y mientras se persigue el sueño, lo mejor es disfrutar cada etapa del camino.

¬-(o_Ó)


PS: Uno de mis placeres culpables son los western spaghetti (se habrán dado cuenta por la temática del blog XD) así que no pude resistir el impulso de ponerle el título a esta entrada en homenaje a uno de los grandes clásicos del género: C’era una volta il west (Érase una vez en el oeste / Once upon a time in west) de Sergio Leone, el mismo director de la Trilogía del dólar protagonizada por Clint Eastwood y adorada por mí (Por un puñado de dólares / Por unos dólares más / El bueno, el malo y el feo). Ese fue mi aporte de hoy a la cultura general de mis queridos lectores (porque a los cactus ya les había contado antes) XD De nada XD

PS 2: Ya que tanto hemos hablado de jardineras (ropa), pueden ver este dibujo que hizo el forajido Nabetse no hace mucho, cuando le asaltaron las ganas de hacer un fan fic ambientado en el universo de Red Dead Redemption, para lo cual creó un personaje tomando ciertos rasgos de esta forajida y reinterpretándolos a la luz del cariño, que todo lo hace más bonito XD

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