martes, 15 de enero de 2013

¡Muerde el polvo, Forajida! (O de las caídas y otros inconvenientes)




Ayer a la mañana me caí. En el mundo real. En un lugar público. Y lo que más me dolió –aparte del orgullo– fue el tajo que la piedra losa le abrió en la rodilla a uno de mis pantalones favoritos para llevar al trabajo. Aun así, aunque no me ha quedado secuela alguna –salvo un par de moretones–, decidí fundar el post de hoy en este incidente, ganando así una vez más los temas espontáneos a los planeados. Tiendo a pensar que las cosas pasan por algún motivo. Quizás a alguno de ustedes le sirva lo que se esconde en las palabras surgidas como consecuencia de este azaroso inconveniente.

Físicamente hablando, no suelo caerme, ya que mi paso habitual semeja más la caminata cansina del caballo viejo antes que el veloz galope del brioso corcel. Pero ayer, el apuro por completar una tarea se unió a ciertas situaciones que comentaré con más detalle, dando como resultado que esta forajida mordiera el polvo.


1. Crónica de un aterrizaje forzoso

Tenía que llegar a una institución pública, así comienza mi historia. Horario habitual de atención: hasta las 13:00 hs. Como tiendo a querer asegurar los detalles a fin de ahorrarme viajes innecesarios, busqué la manera de confirmar dicho horario. Tras recorrer vía telefónica varias dependencias donde prácticamente ni siquiera tenían idea de la oficina que yo estaba buscando, di con el teléfono del lugar y llamé. Me atendió una mujer que me dijo que el horario de atención era hasta las 11:30, porque no sabía “hasta qué hora se iban a quedar” los que debían recibir mis materiales. “Viste pues que esta es época de vacaciones”.

El reloj de la pc de la oficina marcaba las 10:54. Dejar las cosas para mañana implicaba gastos que no deseaba hacer. Había que intentarlo. Había que correr.

Así que lo hice. Conduje lo más rápido que pude –siempre dentro de los límites de la prudencia, claro, porque yo soy una forajida responsable y respetuosa de las normas de tránsito–, luego corrí, busqué el lugar que no conocía, pregunté varias veces y todavía corriendo llegué al sitio. Y en mi mejor estilo de gamer semi-arruinada, me maté en el último nivel. 

Tres escalones en el patio de entrada de la institución. ¿Puedo saltarlos? No lo sé, hay que probar. La velocidad. El salto. Un pie toca el piso, el otro trata de recuperar el equilibrio, el suelo se me acerca peligrosamente hasta que mis rodillas y manos se convierten en improvisados trenes de aterrizaje. Lo mejor de todo fue que casi nadie me vio.

Que tire la primera piedra el que no hace estupideces de vez en cuando. 


2. Análisis del derrumbe

Nunca pensé que podía analizar algo tan irrelevante hasta hoy. De vuelta en la oficina, mientras rociaba la rifocina en spray sobre la única peladura que me hice, en la palma de la mano izquierda, repasaba con especial interés un par de cuestiones, fundamentales para completar mi viaje hasta el suelo.


a. De los que ponen piedras y cavan hoyos: el elemento externo

Cuando llegué a mi destino, en la recepción me confirmaron que el horario de atención era hasta la una. ¿Dicen ustedes que si la persona que me atendió por teléfono no me hubiese dado una información incorrecta me habría caído igual? Lo más seguro es que no. Habría ido a mi ritmo habitual –lento– y ni siquiera se me habría pasado por la cabeza intentar saltar tres escalones.

La verdad es que por mucho que deseemos que las cosas dependieran solo de nosotros, lastimosamente es imposible. Nos guste o no, como seres humanos vivimos concatenados en una sociedad donde nos complementamos para conseguir –con mayor o menor éxito– una serie de objetivos. Entonces, aunque nos esforcemos mucho, en frecuentes ocasiones la piedra en el camino será colocada por otra persona. 

La gente que hace mal o de manera irresponsable su trabajo –aun cuando sea sin mala intención– actúa de manera egoísta, ya que piensa solamente en su propia comodidad, sin medir los problemas y pérdidas que puede causarle a los demás.

Por un lado, es importante estar preparados para esto y no lamentarnos eternamente cuando sufrimos un perjuicio por la falta de consideración de otros. No dejemos de reclamar, cierto, pero sigamos adelante como dueños que somos de nuestro propio camino.

Por otro lado, y aquí está lo fundamental: no seamos nosotros de los que ponen piedras y cavan hoyos. Nos sorprendería el gran cambio que pueden generar pequeñas acciones basadas en el respeto, la consideración, la amabilidad y la responsabilidad. 


b. Una piedra (losa) en el camino, me enseñó que mi destino… 

Sé que una sonrisa sarcástica curvó los labios de ustedes cuando terminaron de leer la crónica de mi aterrizaje. Porque era muy claro que también tuve una gran parte de culpa. Siempre, siempre, en todo fracaso, tenemos que ser honestos y analizar también el elemento interno.

Es un ejemplo infantil pero eso lo hace también una clara metáfora: me lancé a algo sin saber si estaba lo suficientemente preparada para ello. No analicé mis riesgos, ni los comparé con los posibles beneficios. Actué aceleradamente y recibí la merecida lección.

Las caídas nos muestran nuestros límites y nos obligan a reconocerlos. Nos hacen plantearnos cómo estamos haciendo las cosas y qué podemos hacer para mejorar nuestros métodos. Las caídas nos revelan que tenemos todavía un largo camino para seguir creciendo. Y nos permiten hacer planes para superar nuestras actuales fronteras.


c. De tajos, cicatrices y otras consecuencias

Para autoconsolarme tras ver la rotura de mi pantalón inmediatamente pensé: el lado positivo es que ahora voy a tener una nueva bermuda. Y es que aunque a mí no me importe andar por la vida con el Foraji-look, mi jefa no es de la misma opinión. Así que adiós al pantalón azul del trabajo y hola a la nueva bermuda azul para el tiempo libre.

Debemos ser conscientes de que enfrentaremos muchas caídas a lo largo de nuestras vidas y que ellas acarrearán habitualmente un grado de pérdida. Con suerte no siempre serán caídas tan literales como la mía, aunque eso no significa que no dejarán tajos, moretones y raspaduras en el alma, en el espíritu, en nuestra energía o en otras áreas abstractas más allá de nuestra piel. Más aún si decidimos aventurarnos a través de caminos nebulosos y con muchas piedras, como son por ejemplo los del arte. 

Hay cosas que, como vieron, no podemos controlar y otras que sí –con más o menos dificultad–, pero hay algo que es esencial y que nadie puede torcer porque depende íntegramente de nosotros: qué hacemos con la experiencia después de una caída.

Muchas veces allí está la diferencia entre estancarse y seguir creciendo. Cierto que duele caerse, que después toca escuchar por días esa vocecita que repite y repite que a quién “luego” se le ocurre hacer eso, que ya estás grande “nio” para esas cosas y otras tantas frases similares con esas palabritas de énfasis que distinguen una simple afirmación o pregunta de un claro regaño. Pero al final depende de nosotros.

Que las inevitables caídas nos enseñen. Que nos obliguen a estar mejor preparados.

Yo, por ejemplo, ahora ya tengo rifocina en el cajón de mi escritorio. Y hoy me voy a dormir con el cuerpo adolorido, pero con una experiencia más en el archivo.


¬-(u_U) 

Espero que hayan disfrutado el post y manténganse atentos a su camino. 


PS: ¿Tienen un botiquín de primeros auxilios en sus casas y oficinas? ¿Tienen baliza, cabo de tiro y cable de acople en sus autos? ¿Tienen siempre consigo una libretita para anotar/bocetar esas buenas ideas para historias y personajes que se les ocurren en los momentos más inesperados? Siempre es bueno hacer un análisis y ver cómo podemos minimizar los riesgos de fracaso, siendo responsables y cuidando el elemento interno :) ¡Éxitos!

PS2: Después de leer el borrador del post, como siempre, el forajido Nabetse me dijo: “Tenés que aprender a saltar, algún día vamos a practicar”. ¡Claro! ¿Qué pensaban? ¿Que unos raspones me iban a atajar? ¡Vamos a practicar! XD En suelo blando, con ropa rompible y rodilleras O_O

2 comentarios:

  1. Bienvenida al mundo de as caídas :P Lo importante es volver a levantarse, sacudirse e polvo y no llorar xD
    Saludos,
    M.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Espero que lo mío sea una visita fugaz nomás al mundo de las caídas jajaja.
      ¡Saludos!

      Eliminar