martes, 11 de diciembre de 2012

La historia del jinete solitario (O los recuerdos de un artista autodidacta)



Bienvenidos otra vez al yermo, como suele decirles mi compañera forajida. Como la semana pasada ella ya me envió al frente y comprometió mi participación, aquí estoy, dejando por un momento de ser el personaje oscuro y misterioso de este blog, para sentarme con ustedes bajo el cielo estrellado y conversar un rato. Porque yo soy de esa clase de hombres rudos que tienen honor (hasta en el Red Dead Redemption XD) y por eso cumpliré la palabra empeñada.

Mi especialidad, ya lo habrán notado, es la expresión gráfica más que la escrita. Pero hoy voy a abrir el baúl de recuerdos que guardo en mi cabeza para hablarles de uno de los rasgos que más me ha marcado, al menos hasta este momento de mi camino, y que es el de haber aprendido a hacer todo lo que ustedes ven con los medios que tenía a mi alcance. Esos mismos medios que están al alcance de todos ustedes.

¿Y cuál es el objetivo de contarles esto que voy a compartir en breve? Ahora me explico. Pero antes les hago una pregunta: ¿Alguna vez se dijeron cosas como “si tuviera dinero/tiempo/talento me inscribiría en tal curso/haría tal cosa/me compraría tal herramienta”? ¿Sí? Bueno, no se preocupen. Todos nos decimos siempre este tipo de cosas, aunque en el fondo sabemos que no son correctas.

No son correctas. El elemento más importante que necesitamos no es tiempo/dinero/talento (porque esas tres cosas siempre nos parecerán insuficientes, cosa de la naturaleza humana). Lo más importante son las ganas de hacer algo. Y comprometernos con esas ganas y trabajar duro para lograrlo. Hoy les voy a contar mi historia para que ustedes entiendan que tienen todo lo que les hace falta para hacer lo que yo hago. Y mucho más.


1. El pequeño forajido

Dando una rápida mirada a mi infancia puedo decirles que aún recuerdo mi primer dibujo. No cómo se veía exactamente pero sí qué era: un payaso. En sí no era un dibujo mío, sino que el trabajo consistía en pintar las partes del payaso. Hice mi mejor esfuerzo pero creo que no quedé muy contento con el resultado por más que la profesora elogió mi nata habilidad de manchar con colores toda la página. ¿Por qué no estaba contento? Dentro de mis pocos años no podía entenderlo, pero ahora sí. El problema era que no estaba pintando lo que yo quería, no era una de las tortugas ninjas o algún pitufo. Era un payaso que a mí no “me decía” mucho. Y entonces por primera vez me enfrente ‒sin comprenderlo a nivel consciente, claro‒ al problema que hasta hoy me atormenta algunas veces. Hacer lo que yo quiero, lo que a mí me gusta, encontrar mi estilo.

El pequeño forajido empezó a dibujar entonces todo lo que pasaba por su cabeza. Hijo único y con selectos amigos, tenía tiempo de sobra para pensar en mis intereses, los cuales giraban la mayor parte de las veces alrededor de los juguetes que deseaba tener y cuyo precio o la firmeza de mamá asegurando que ya tenía demasiados mantenían fuera de mi alcance. Ningún niño tiene demasiados juguetes, nunca. Y por eso este joven rebelde los traía a la vida en su cuaderno de veinte hojas ‒marca Avon, para mis compatriotas‒ para luego recortarlos y jugar con ellos. Ya ven como cuando uno desea algo lo suficiente hace lo que sea para lograrlo.


2. El artista se asoma

Durante el colegio, ya con más amigos y más obligaciones, mis ganas de dibujar no se detuvieron. Pasó ya la época de los juguetes y llegó el tiempo de dibujar a los personajes de películas que me gustaban, así como experimentar con retratos de hermosas mujeres. 

Mis dibujos eran los mejores, claro, eso me decía siempre mamá. Y el primer golpe dentro del camino para ir encarando mi pasión como algo más que un hobby fue el momento en que logre volverme lo suficientemente autocrítico como para ver que lo que hacía no estaba tan bien como me decían mis parientes y amigos. Pero con ese golpe llegaría también un momento que recuerdo siempre con cierto orgullo. 

Un día estaba en una plaza haciendo el mismo dibujo que hizo James Cameron de Kate Winslet para la película Titanic ‒sí, ese mismo que todos conocemos lo hizo él mismo‒, cuando se acerca un señor desconocido. Después de observar mi trabajo durante unos instantes me preguntó por cuanto le vendería el dibujo. “Dos mil guaraníes” le dije. (Poco menos de la mitad de un dólar, por si hay algún lector o cactus extranjero). Después de entregarme el dinero, tomar el dibujo y alejarse unos pasos, dio vuelta y me dijo que tal vez sería bueno que la próxima vez pusiera un precio más elevado por las cosas que hacía. Comprenderán ustedes que obtuve mucho más que esos escasos billetes: la sensación de que un completo extraño dijera que lo que hacía estaba bueno fue demasiado agradable. 


3. El jinete solitario

Con el tiempo me di cuenta de ciertas cosas, la más importante de ellas fue que necesitaba información. Necesitaba aprender más. Por alguna razón nunca fui a un instituto de dibujo, tal vez porque el tipo de dibujos que mostraban para promocionarse los pocos institutos que había en mi ciudad eran demasiado ochentosos para mi gusto o porque incluso yo, ilustrador autodidacta educado en su pasión gracias a los cómics, los videojuegos, el manga, el anime e internet, era capaz de descubrirles ciertos defectos, lo cual me provocaba cierta desconfianza, más aún teniendo en cuenta los elevados costos de los cursos. 

Entonces la opción que me quedaba era pasar mucho tiempo practicando, viendo a otros artistas y tratando de averiguar, de entender como lograban las cosas que yo admiraba. Y en eso sigo hasta hoy y seguiré probablemente hasta que me toque colgar los lápices y el bloc. Porque ese es el camino que me gusta recorrer, así, a mi modo.


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Les di un breve paseo por mi historia para que ustedes ahora se sienten a revisar la suya. ¿Está todavía en su memoria lo primero que pintaron? ¿Recuerdan ese primer momento de insatisfacción ante un trabajo que otros elogiaron? Esa primera insatisfacción que revelaría la naturaleza de artista que hay en ustedes. Si lo recuerdan, bien, habrán sonreído con cierta nostalgia. Si no lo recuerdan, no importa. Porque de seguro esa sensación les acompaña siempre. Tal como a mí. Porque si algo he comprendido a esta altura es que es muy difícil que uno mismo esté satisfecho con su trabajo. Capaz eso sea porque sabemos que siempre podemos mejorar más. Y porque de verdad queremos hacerlo.

Creo que una de las cosas más interesantes del blog es la posibilidad de compartir conocimientos con los demás. Por eso ‒porque soy un tipo honrado como John Marston XD‒ hoy asumo otro compromiso con ustedes, lectores. Y con ustedes también, plantas cactáceas. Mi colaboración vendrá en la forma de tips o tutoriales para los que quieran comenzar a dibujar o retomar esta bonita vocación de crear imágenes a partir de palabras, de ideas que flotan en el aire y a las que damos forma con nuestra imaginación.

Les dejo luego ya dos tips, no uno, para que vean que soy un buen tipo XD

Lo primero de lo primero es entender que todos podemos dibujar. Partir diciendo “yo no sé luego dibujar”, “a mí no me salen ni personitas palito” se las pondrá difícil siempre. Pero con dedicación todo se puede. Todo empieza con unos cuantos palitos juntos. Y como todo, requiere de paciencia.

El segundo tip: pónganse siempre pequeñas metas. Así como les decía la capitana forajida cuando les hablaba de cuentos, lo primero es la idea, luego verlo a grandes rasgos y, cuando todo tiene un buen “sustento”, ir agregando los detalles que le darán vida. Para crear una ilustración es lo mismo. 

Y dejémoslo hasta aquí hoy, así continuamos ya la próxima con el primer tutorial.

Saludos desde el yermo

¬-(0_O)


PD: Si quieren mirar algunos de mis trabajos pueden hacerlo aquí.

4 comentarios:

  1. después de leer ésto.... creo que retomaré el dibujo.

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    1. Retomar los dibujos siempre es una buena idea XD
      Me alegra que el artículo haya despertado en vos la intención de volver a ellos, ya que es eso lo que queremos lograr con este blog: que la gente se reencuentre con su pasión o se reafirme en ella.

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  2. No tengo el gusto de conocerlo en persona pero admiro demasiado su trabajo que gracias al facebook lo pude conocer

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    1. Gracias por el comentario :D
      Leer cosas como esta anima muchísimo a seguir trabajando en lo que amamos y nos hace sentir vivos.

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